El camino que había recorrido fue largo, largo y doloroso. Sentía por sus huesos, por primera vez, el dolor, el cansancio, la antes conocida sensación de fracaso, de la que tanto se habían reido él y sus amigos, desde allá arriba, desde allá lejos, cuando la palabra "humano" no era más que un concepto lejano, porque ellos, contrariamente a lo enseñado por los viejos maestros, no fueron creados para ayudar, ni siquiera para vigilar, sino a sus espaldas, para demostrar al Grande que era capaz de crear algo perfecto, sin fisuras, feliz en sí mismo.
De por qué renunció él a esta fácil y gratuita felicidad es algo a lo que no puedo contestar. No alcanza ni siquiera a sentir arrepentimiento o bienestar ante la nueva situación. De momento, se conforma con descansar. De momento, se conforma con sentirse vulnerable y hacer algo hasta ahora negado a los de su condición: Llorar.
GEMMA VALERO