|
CONSIDERACIONES SOBRE MI OBRA PICTORICA
Desde el expresionismo de mi primera época pasando por el surrealismo arribé a lo que considero una constante en mi obra: el realismo mágico.
A veces arranco desde una mancha donde aparece el hallazgo sobre el que cabalgo. Me gusta entusiasmarme con lo que va surgiendo y es cuando puedo aplicar recursos como el esgrafiado aprovechando la pintura fresca o sumergir formas en veladuras; siempre convencido en que hay que sugerir, no mostrar.
Mi búsqueda de metáforas me viene desde la poesía (soy escritor); pero le huyo a la literatura en cuanto a anclarme en temas o la ilustración de anécdotas. Soy libre en la aceptación de lo que voy a pintar y no me ato a ninguna convención intelectual o formal.
Cuando, debido a una circunstancia fortuita (a causa de un accidente) tuve que someterme a una operación quirúrgica, me aplicaron Quetalar una droga alucinógena que me hizo vivir una experiencia llena de imágenes abstractas. Fue entrar en la órbita de una cosmogonía abstracta muy vívida y absolutamente inédita para mí. Desde allí comencé a incursionar en la abstracción sin alejarme de lo figurativo.
Si tengo que apelar a la fotografía lo hago sin complejos ya que la utilizo para recrearla y transformarla.
Me gusta la materia y el agregado de elementos expresivos.
Trato de dialogar con la obra y desdoblarme en espectador para las correcciones que fueran necesarias.
En todo momento (en eso coincido con lo literario) me aboco a la tarea de plasmar síntesis desprovistas de innecesarias retóricas.
Trato de vivir siguiendo el imperativo del asombro que me realimenta.
Comienzo cada obra con la primigenia emoción de la primera vez e intento no caer en repeticiones.
Vivo el color y lo siento desde el gozo que experimento al aplicarlo para exaltar, profundizar, armonizar y hacer vibrar formas.
Creo que el cuadro se completa con la mirada del espectador que, al interactuar, lo termina.
|